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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

UNA TARDE EN EL ÁGORA

UNA TARDE EN EL ÁGORA
¿Es posible que hoy, en estos tiempos, fugaces como todos, y como todos nuevos y decadentes, en la tarde de un viernes, cuando el sol lleva oculto un buen rato, cuando la industria americana del cine arrasa en todas las taquillas de España (salvo Torrente, opus magnus?), cuando nuestros tiernos adolescentes han hecho acopio ya de todas sus provisiones alcohólicas y se disponen a ingerirlas, a orinarlas y vomitarlas por las calles, cuando los más inteligentes (qué remedio) piensan en todos los baretos cómo soplarles las tías a los más guapos, cuando en la televisión, reina del hogar, comienza un episodio más de "cinco gilipollas encerrados en una casa", cuando en los grandes anfiteatros de nuestro orbe saltan ya los multimillonarios a dar patadas, cuando, en fin, todos estos y otros fantásticos prodigios del entretenimiento ocurren y suceden arrastrando las masas de homúnculos y homúnculas, de hombres y de hombras, es posible, pregunto, que una treintena de personas, se reúnan en el ático de una librería, agotando su espacio, para hablar de asuntos filosóficos? ¿Es posible que se escuchen mutuamente sin interrumpirse, que se hagan curiosas preguntas o mordaces, que intervengan todos o casi todos, con placer, con educación, con cultura, con desgarro a veces y con serenidad, con impaciencia incluso, con timidez, con desparpajo, y que el tiempo se haga corto, celérico y escaso?
Diréis que soy un optimista, un entusiasta sin capacidad crítica, que me gusta ver siempre el lado más falsamente positivo de la realidad, pero lo es, es posible, real y verdadero. Lo vieron mis ojos astigmáticos. Y mis orejas pegadas al cráneo lo pueden corroborar. Hay una grabación también que obra ya en poder de todas las fuerzas policiales.
Esto que describo (ars dialogui) tiene lugar todos los primeros viernes de cada mes en La Casa del Libro, calle del pintor de Las Meninas, en lo alto, gracias a las descomunales dotes comunicativas de ese showman de las aulas y los cepes, y de otras ágoras contemporáneas, nuestro amigo Gabriel Fermín del Pilar (y de todos los Santos y Santas) Arnaiz.
Gabriel, qué sé yo, no me salen los elogios, eres el más grande, eres el jesúsvázquez de la filosofía, un puercoespín de púas romas, un sócrates con nómina, eres el depredador (de los conceptos), eres el rey del silogismo (aunque te guste más el mambo), eres impuntual, eres la voz del que clama al tiempo que se graba (con un aparatejo de los tuyos).
Y estuvimos hablando de la soledad. Treinta tías y dos tíos (quizá hubiera alguno más, no me fijé). ¿Solos o acompañados? Ese era el tema. Ya os podéis imaginar de qué lado iban mis preferencias.
Y dialogamos largamente. Y pensaba resumiros todos los discursos, como hizo Platón en "El Banquete", pero los he olvidado. Incluso sacamos conclusiones al final, como es correcto hacer, y también había decidido exponerlas aquí una a una, pero ya no me acuerdo.
Sí recuerdo que Gabriel dijo que el día 29 de Noviembre presenta un libro Pepe Barrientos, y allí estaremos todos cuando Gabriel nos informe del lugar y la hora. Y que el primer viernes decembrino, cuando los primeros copos blanquean el bello asfalto de nuestras avenidas, volveremos a reunirnos para hablar de filosofía.
Os esperamos, gadafi group.

Y ahora  a ti, Carlos Portillo,
te dedico este versillo,
que escribo en este pasillo
que me acabo de inventar.

Llegue al lecho del dolor,
en el medio del sopor,
para insuflarte calor
que cure tu malestar.

Pues contraída que has
la maldita gripe aviar,
sólo me queda expresar
que no te me acerques más.
 
 
Luis F. Navarro 
luiscorreo@telefonica.net 

2 comentarios

Luis F. Navarro -

Bueno, hombre, como decía la canción, contamíname... Y que te mejores.

Carlos -

Gripe, vale, pero aviar... lo dudo. Que de pollo hace ya siglos que no tengo pinta ni actitud.
Puedes Luis, pues, andar en mi cercanía sin mucho riesgo, al menos de epidemia. Lo que es de tos y cansancio, no te digo... y de disparate tampoco...
No huyas, pues, que no soy mortal, sólo venial y en contadas ocasiones. Por supuesto, nunca en el ágora.