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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

La clase de filosofía, experiencia vital (1)

La clase de filosofía, experiencia vital (1)

“No concibo la docencia como un trabajo, sino como una experiencia vital” dice Miguel Sandín, profesor de Filosofía, en una entrevista publicada en el periódico ESCUELA, 25 de septiembre de 2008. No conocía a este profesor, y tampoco frecuento mucho las páginas de este periódico, pero casualmente me encontré con esta frase. Comprendo que cuando alguien es entrevistado debe hacer algunas afirmaciones tajantes para que su perfil quede dibujado, para que tus palabras no resulten anodinas.

 

Hechas todas estas salvedades, reconozco que la frase: concebir “la docencia como una experiencia vital” me ha seguido rondando en la memoria. ¿Por qué la recuerdo? ¿Por qué me sirve? Si uno entra en la clase como una obligación, como algo desligado de la propia vida, como una hora que debe vivirse y sobrevivirse, la tarea puede resultar ingrata. Empiezo a vivir mi vida cuando suena la sirena del final de clase.

 

También puede darse otro caso igualmente poco deseable: la clase se convierte en un objeto atractor de la atención y de la preocupación del día y de la tarde. Esa sensación de tener tarea por hacer… esa búsqueda de materiales y recursos para las clases… En fin, un desgaste psicológico en ambos sentidos.

 

¿Qué aporta, entonces, considerar mi tarea docente como una experiencia vital? Pues que no me separo de ella, y tampoco “me resta de mi vida”; entonces me permito sentir la libertad de entregarme a la experiencia, de estar en la clase como algo que ineludiblemente forma parte de mi vida. Y allí me involucro en un acto dialógico con la realidad de la clase donde entra en juego mi atención, sensibilidad, inteligencia, voluntad, emociones. Entro con las maletas de mi vida, con mi carga. En cierta manera me siento llamado (vocare). Entonces no hay fracaso personal, aunque objetivamente no se cumplan todos los resultados.

 

Mi experiencia vital no es algo de lo que pueda quejarme, abstraerme, cumplir automáticamente, sino que es algo en lo que estoy. Y cuando se da el caos, el desorden, el ruido… no es algo por lo que deba sentirme más culpable que lo que me siento por  haber caído en un atasco de tráfico…  tan sólo pienso: debería haber escogido otra ruta.

 

Sandín dice que es una experiencia vital porque se siente feliz en el aula. ¿Y si no hay felicidad y éxito en el aula? ¿Debo cambiar de profesión?, ¿Debo cambiar yo mismo? Ciertamente debo poner remedio. Suponiendo que todo se pueda remediar. Pero no es tan fácil cambiar de trabajo, hay que afrontar deudas, hay que aceptar el propio carácter como fuente de autoridad y a veces no somos capaces de encontrar esa fuente que permite un espacio de “felicidad y éxito” dentro de la clase. ¿Qué hacer? ¡Sobrevive como puedas!

 

La clase, la confrontación con un grupo de escolares es una oportunidad para el cambio personal. Si acepto la vida, la experiencia vital en sus variadas circunstancias, si me entrego en todo momento lo mejor que entiendo y puedo. Entonces siento la docencia como experiencia vital propia, como algo mío, radical, definitivo, pero más allá del éxito y del fracaso.

 

(La imagen procede vía Cambalache 3, 14)

 

 

Antonio Pino

 

3 comentarios

Elena -

Estimados colegas:
después de leer los tres comentarios sobre el ejercicio docente que vosotros sufrís, todo me quedó más claro. También la razón de ser de esos elementos que consideráis extraños al sistema escolar y que os impiden desarrollar vuestro excelso trabajo vital. Ellos sólo se salen de esos límites que tan prejuiciosamente así quedan marcados. Es decir, que a lo mejor el problema no lo traen ellos. Un horno a 250 grados asará siempre de la misma forma el pollo de 1kg; pero ellos no son pollos con un peso exacto ni la clase tiene por qué arder siempre a la misma temperatura. O,¿es que vuestros hijos o sobrinos necesitan siempre ese mismo ingrediente fijo que consideráis imprescindible para el buen funcionamiento del aula? Yo misma podría administrarles el mío personal. Pensándolo bien, lo hago. Y funciona. Por eso, yo también comparto cada día esa "experiencia vital" de la que habla Miguel Sandín con todos mis alumnos.

Daniel lópez Romero -

Comparto de pleno la opinión de ambos profesores. Si bien me despego un poco de los términos usados para su expresión: Experiencia vital, trágica o no, no sé concretamente qué es lo que nombra. Sí entiendo y comparto que la docencia de una asignatura como Filosofía debe "tender" siempre, lo cuál sabemos desde Aristóteles que significa " ser siempre ya", debe tender,como digo, a la philía,a la comunidad en lo mejor de lo mejor y más excelente. Es esta praxis la que, desde luego, es completamente extraña a un ejercicio profesional en sentido moderno. Pero es que es esto último lo que somos. TAnto o más que lo primero. Quizás hasta en permanente lucha con lo primero. Es más, pienso que tanto peca el idílico socrático, indemne a todo forma de alienación en el trabajo de aula, como el frío y descarnado burócrata de exámenes, apuntes y partes de expulsión ( que a todos también nos toca). A veces pienso que una de las claves maestras de nuestra profesión estriba en saber mantener esa tensión sin rendirnos o, como describía merce, "sin morir en el intento".
Enseñar a pensar debe permitir y permitirnos poder segur pensando, y ello por la salud, no nuestra,sino de la Filosofía misma, que es la debe alentar a nuestro alumnado

merce padilla -

Me da que más de uno/a compartimos tus comentarios, Antonio... ¡qué le vamos a hacer! somos muchos/as los que no experimentamos esa vivencia tan fascinante de la enseñanza, je je, esa experiencia tan vital...!

Aunque si reparamos en las taquicardias que se pilla una en el aula, las piruetas que debemos hacer para mezclar el trabajo del día con mantener un nivel normalito de orden, si nos "multidividimos" para atender tanta diversidad y lograr que el que está más motivado pueda sacar algún provecho y el que está desmotivado pueda ser algo seducido por "la lechuza de minerva" y el que es algo disruptivo esté algo calmadillo y nos deje hacer y que podamos llegar algo al que tiene necesidades educativas especiales... todo ello sin morir en el intento..... quizá sí, nuestro trabajo no sé si se convierte en una "experiencia vital" pero sí en ....una "intensa experiencia"

Abrazos

Merce