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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

¿Queremos de verdad ser críticos?

¿Queremos de verdad ser críticos?

Estimado profesor Antonio Pino: la lectura de sus dos últimos posts siguen incitando obsesiones que nos llevan siempre a intentar sumarnos a las suyas. Le agradezco, por tanto, su trabajo, y le felicito por el rigor y belleza de su factura. Pero mi disentimiento es casi pleno. Yo intentaba mirar con lentes foucaultianas cuando me refería a la constitución violenta de las subjetividades docente y discente. Óptica que nos lleva necesariamente a plantear la Filosofía como institución, en toda la amplitud y problematicidad de ambos significantes: Filosofía e Institución. Senda proseguida en estos mismos términos por Jacques Derrida, desde la fundación del colectivo GRAPH, el colege international de philosophie y según tengo entendido, con un compromiso firme y personal hasta sus últimos días. Me parece que es una orientación del pensamiento francés poco recibida en nuestras latitudes. Cuando se trata, sencillamente, del intento de pensar la posibilidad de una didáctica post-ilustrada. Es decir, ¿qué significa, después de dos guerras mundiales nuestra omnipresente apotegma "no se aprende filosofía sino a filosofar"? ¿cuáles son ahora los ensayos conocidos en los que ejercer el talento de la razón? En torno a estas cuestiones se desarrollan algunas de las contribuciones citadas, la de Derrida, por ejemplo, no estaría mal discutirlas.
Por ello, no puedo no desconfiar de plantear una salida o siquiera, del hecho de plantear el tema de la violencia en clave antropológica estricta como el profesor Pino hace. La discusión debe inscribirse en el espacio social, institucional y abiertamente político que hoy determina lo (in)decible y lo (im)pensable en el ámbito de ¿nuestra? disciplina. Me importa poco si a esto se le llama deconstrucción o lo que sea. A mi juicio, se trata, una vez más, de aquel problemático deber de no claudicar al que ya hemos hecho referencia en alguna ocasión.
Hay sugerencias extraordinarias en su escrito: la convivencia, el estar juntos, la simpatía como irrenunciable lazo que subtienda nuestras enfermizas rutinas académicas. Hasta la posibilidad sugerida de que asistamos a un momento último de crisis, previo a un renacimiento o revitalización sanadora. Es nuestra obligación pensarlo así, desde luego, como la de querer sin resto a nuestro alumnado ¿alguien lo discute?
El problema es, si rastreando en nuestras dignísimas libertades, saturadas en el amor y la sentimentalidad de los lazos contraídos, detectamos que son ellas mismas, con sus compromisos fáctico-materiales, intra y extracadémicos, las que vuelven imposible, ad limine, no ya toda tentativa transformadora o revitalizadora,sino hasta la más pequeña parcela de comunidad,educación y/o convivencia...términos entre los que es sencillamente inmoral distinguir
Daniel López

1 comentario

Daniel López -

Olvidé poner nombre,soy Daniel López. Recordé que el profesor Arnáiz me facilitó el curso pasado el protocolo de publicación,pido disculpas por el atrevimiento.