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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

LO QUE YO DESEO PARA MIS CLASES... (IV)

b) Las prácticas filosóficas: la disputatio de Oscar Brenifier El taller filosófico y el diálogo en el aula proponen un uso y aprendizaje de la filosofía a través del diálogo. Participar en ellas es participar en una dinámica espiritual, intelectual, emocional e instintiva sobre una praxis con las palabras. El punto de partida es la pregunta y la interacción de las respuestas. Y compartir y confrontar argumentos, ejemplos, réplicas… en un proceso abierto, sin pretensiones de agotar la pregunta.

Se trata más bien de mantenerse junto a una pregunta filosófica: ¿Qué es la vida? ¿Qué es la conciencia? ¿Qué es la amistad? ¿Qué es la verdad? ¿Es siempre necesario ayudar a los demás?

Un grupo que disputa transciende la razón solipsista y la racionalización, el grupo la desenmascara, tarde o temprana. El animador confía en que la energía gastada en dar la palabra al mayor número posible de participantes y ceder el tiempo necesario para que alguien pueda formular una sentencia filosófica con sentido tiene un gran valor. Y se puede comprobar cómo la suma de varios personas formulando sentencias filosóficas según un tejido de mutuo respeto, reconocimiento y asombro son una práctica extraordinariamente educativa. Porque no sólo se aprende a dar argumentos o ejemplos y que los valore los demás sino que debes aprender a adaptar tu pensamiento a la estructura del grupo hablante-pensante-sintiente.

Empeñarse en el hecho de que un estudiante o participante pueda proferir públicamente su sentencia filosófica y sea tenida en cuenta, oída, contrastada, sumada e integrada a la marcha del grupo es un proceso realmente emocionante, sobre todo si esa persona no suele intervenir y hace un esfuerzo para encontrar la formulación adecuada. Reconocer el valor intrínseco de este acto de expresión, independientemente de que se esté o no de acuerdo. Y de que entre o no entre en el temario, supuesta la buena fe…

Aprender a reconocer con valor que no se tienen todas las respuestas, mantenerse en la incertidumbre de que tu pensamiento puede quedar sin apoyo, tener la convicción de sostener una pregunta filosófica aunque tu no sepas la respuestas ni tengas todos los argumentos, y que seas –por fin- capaz de aprender de las historias y razones que te dan los demás, estudiantes incluidos.

Y detrás de todo este esfuerzo, la antifilosofía, el ejercicio del lenguaje y la discusión para ir más allá del lenguaje, para romper la coraza del lenguaje. Igual que en el zen los discípulos son “golpeados” por sus maestros para que puedan salir de los esquemas dualistas de pensamiento. Para que el propio pensamiento no sea un obstáculo para sí mismo. Para romper los enredos y despertar a una perspectiva más completa y consciente de la realidad personal, social y natural. “Una tensión… que nos conduce a la abertura, al abismo dejándonos con una presencia intuitiva y fuerte del absoluto… de lo incondicionado…”

Antonio Pino

3 comentarios

antonio -

La prácticas filosóficas enriquecen la "clase" de elementos pragmáticos. Es lo que le pasaría a Arellano el día de los copas...

Pero el dualismo es inevitable en el lenguaje, podemos usarlo como escalera.

Abrazos, PacoP. y Luis

Luis -

El absoluto, lo incondicionado. La razón, la experiencia, el límite. ¿Dualismos?

PacoP. -

Me interesa mucho, ya va siendo hora de abandonar el dualismo cartesiano, esa racionalidad emocionada que planteas...Casi lo único que recuerdo de Arellano es cuando nos espetó un día ( in vino veritas ):
"..¡¡El pensamiento es una erección!!" parafraseando a Ortega. Por ciento D. Jesus es un buen ejemplo de lo que le pasa a un filòsofo cuando el Opus se cruza en su camino.
Un abrazo Antonio.