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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

Carta de José Ramos Salguero a las administraciones

"Quiero compartir para la mutua ilustración y discusión un texto conciso en el que intento atinar con argumentos principales y decisivos para justificar la presencia de las materias filosóficas en la Educación Secundaria actual."

Un abrazo.

Sres.:

Soy José Ramos Salguero, Premio extraordinario de Licenciatura y de Doctorado en Filosofía, número uno en mi tribunal de oposición al cuerpo de profesores de Enseñanza Secundaria en Andalucía, co-fundador de la Asociación Andaluza de Filosofía, durante seis años director de "Alfa, revista de Filosofía" y miembro de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía.

Por la presente ruego su atención sobre algunas razones claras y precisas que quiero expresarles acerca de por qué la Filosofía, tal como ahora se imparte en los dos cursos de Bachillerato, resulta materia irrenunciable en el diseño de una formación verdaderamente humana, verdaderamente integral, verdaderamente superior o de verdadera calidad. Me limitaré a ofrecerlas escuetamente a su consideración, confiando en que ellas se harán valer por sí mismas ante el tribunal al que apelo: el de su buen juicio, supuesta su mejor voluntad, su cultura y su responsabilidad política.

La Filosofía I ofrece a los alumnos, precisamente cuando ingresan en la que se ha llamado "edad metafísica", la reflexión sobre cuestiones que, al margen de cualquier criterio estrechamente utilitarista, autenfican la cualidad y dignidad peculiarmente humana del pensar. Se trata de una capacidad que, como todas, sólo puede desarrollarse con un ejercicio adecuadamente guiado. La necesidad de este tipo de reflexión resulta patente si se advierte que sólo ella puede pergeñar el criterio para enfrentarse con discriminación crítica a las diversas ofertas de sentido existencial que hoy día vemos de nuevo proliferar en el ámbito religioso e ideológico, y entre las que sin duda cabe encontrar, ahora como siempre, supersticiones y doctrinas sectarias, destructivas de los valores que una larga y dramática historia ha decantado como verdaderamente humanos. Otro capítulo indispensable de esta materia lo constituye la comprensión y justificación crítica de esa arma tan estimable de liberación humana que es la ciencia. Sin esta reflexión o filosofía de la ciencia, que de nuevo aporta el criterio crítico, correctivo y creativo, para que las nuevas generaciones se integren en la empresa científica, esta práctica quedaría privada de todo título y credencial racional, desvirtuándose en objeto inerte de una fe doctrinaria que simplemente ha sucedido a otra (la dogmática religiosa, en el peor sentido de la expresión, o la superchería de la magia) y simplemente podría ser sucedida por otra a instancias de motivos ajenos a la racionalidad. Por no hablar del tratamiento reflexivo de valores humanos supremos, aparte el de la verdad, como la belleza (Estética) y el bien moral (Ética y Política).

En cuanto a la importancia de la Filosofía II (Historia de la Filosofía), debería bastar notar que constituye una vertiente de la Historia misma, aunque tan fundamental (historia de las ideas) que requiere de sus propios especialistas, los filósofos. Pues se trata nada menos que del esqueleto lógico que vertebra nuestra evolución civilizatoria. Si ya es verdad, en general, como avisara George Santayana, que "quienes no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo", mucho más cabe reconocerlo en cuanto a las grandes Ideas que han sustanciado el devenir cultural de la humanidad. Sin este estudio no cabe entender no ya de dónde venimos intelectual y moralmente sino, por ello mismo, hacia dónde vamos y debemos ir, porque, de nuevo, nos faltaría la comprensión y el criterio que nos permite hablar justificadamente de progreso y contribuir eficazmente al mismo.

Sin estas dos asignaturas, concluyo, no puede hablarse de una formación superior, y sí de una condena de las futuras generaciones de ciudadanos al nivel de un animal habilidoso o de un autómata refinado en cuanto a mentalidad, por su injustificable reducción a la pasividad manipulable de una programación doctrinaria de sus vidas, impropia de su dignidad racional, falta de su consustancial autonomía. Por lo demás, sin esta formación irreemplazable, nítidamente preconizada por la UNESCO, la introducción de principios motivadores de la LOE quedaría reducida a hojarasca retórica necia o hipócrita.

Sobre la nueva EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA (¿por qué no, de modo más sencillo y preciso, "Educación cívica"?) debo decir que me parece una asignatura necesaria, y un acierto, por tanto, el insertarla en el currículo estudiantil. Eso sí: al tiempo que rellena una laguna en la Educación OBLIGATORIA, me parece innecesaria e impertinente en el Bachillerato, donde además robaría horas, ya de por sí mermadas, a otras materias fundamentales. Contra precipitadas suspicacias acerca de su contenido, considero que debe impartirse la correspondiente y fundamental doctrina al respecto, ya que "doctrina" no es, etimológicamente, sino "lo que debe enseñarse" acerca de algo, y doctrinaria no es sino la enseñanza privada de su apropiada fundamentación y defensa crítica. Por supuesto que debe explicarse directa y expresamente (y no de elusivo modo "transversal") el conjunto de valores que articulan el modelo de convivencia cívica propugnado por nuestra Constitución democrática. Aunque, en el curso 4º de la ESO, tal como venía haciéndose, resulta tan imprescindible su fundamentación crítica como ponerle el nombre que corresponde a la misma: Ética, de modo que, en 4º, o bien debería dejarse la asignatura titulada "Ética" o bien ampliar su título, si se quiere (nunca segarlo), a "Ética y educación cívica", por supuesto impartida por filósofos.

1 comentario

antonio -

me encanta :)