De la filosofía como una forma de locura
Alberto Caeiro. Un verdadero poeta, un poeta verdadero. No tenía filosofía, sólo sentidos. Dijo no hablar de la naturaleza porque supiera lo que era, sino porque la amaba. Y amar era la eterna inocencia, igual que no pensar: Há metafísica bastante en nao pensar em nada...
Sencillo y tranquilo, como los regatos y los árboles, los filósofos eran para él hombres locos. "Quien está al sol -escribió- y cierra los ojos, empieza a no saber lo que es el sol y a pensar muchas cosas llenas de calor. Pero abre los ojos y ve el sol y ya no puede pensar en nada, porque la luz del sol vale más que los pensamientos de todos los filósofos y todos los poetas."
No creía en Dios, porque nunca lo había visto. "Si él quisiera que yo creyera en él -dijo-, seguro que vendría a hablar conmigo y entraría por mi puerta diciéndome: ¡Aquí estoy!".
Vivía en la cima de un otero, en una casa de campo de Ribatejo. Allí puso sus versos en papel. Pensar le resultaba incómodo: "¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo qué es el misterio. El único misterio es que haya quien piense en el misterio, el único sentido íntimo es que no hay ningún sentido íntimo. ¿Qué metafísica tienen los árboles? La de ser verdes, la de tener copa y ramas y la de dar fruto a su hora y no saber para qué viven".
Claro y sin artificio, Caeiro veía desde su aldea cuanto desde la tierra se puede ver del universo.
Luis Fernández Navarro
2 comentarios
Albert -
antonio -
-¡Mira, un pájaro muerto!
El poeta exclama, mirando hacia el cielo:
- ¿Dónde? ¿Dónde?"
De Alejandro Jodorowsky en "Cabaret místico".