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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

LO QUE YO DESEO PARA MIS CLASES, LAS QUE DOY Y LAS QUE RECIBO (I)

1) Lo que yo deseo para mis clases.

Espiritualidad, transformación, ritmo, colaboración, abrazo, confianza, sinceridad, espontaneidad, humor, iluminación, serenidad, perdón, cercanía, proyecto, imaginación, atención, entusiasmo, participación, movimiento, autenticidad, fluidez, cambio, aceptación, conocimiento, contemplación, iniciativa, gracia, adaptación, catarsis, satisfacción, unidad, presente, curación.

Algunas de estos deseos, desiderata, se parecen entre sí. Hay algunos, muy importantes, que faltan (diálogo, esfuerzo, disciplina, motivación…), y que vienen -además- en el currículum oficial. Pero estos son los que se me han ocurrido en una remue-méninges, y que son ¡claro! una fantasía, un sueño, un deseo para mis clases, y también para las clases y cursos a los que asisto. Es lo que hecho de menos. Es lo que voy a pedir a mis estudiantes y compañeros que me digan cuando se cumple y cuando no se cumple.

Voy a contemplar mi fantasía. ¿Cómo serían mis clases si fueran / estimularan la espiritualidad, transformación, ritmo…?

¿Qué puedo hacer para sembrar, construir, estimular colaboración, confianza, sinceridad…?

¿Cuándo estoy sembrando, construyendo, estimulando fluidez, autenticidad, cambio…?

¿Qué preparación requiero para transmitir serenidad, humor, cercanía…?

¿Qué estado personal necesito para fomentar iniciativa, atención, entusiasmo…?

¿Qué recursos materiales, de tiempo, espaciales... necesito para producir satisfacción, catarsis, curación…?

Explico algunas de estas palabras, mezcla de muchos deseos y algunos recuerdos:

Unidad: no me siento fuera del grupo, no soy alguien extraño al grupo, soy más viejo y con más experiencia, pero el grupo me siente como propio, no como extraño. Ni que decir tiene que todos los compañeros se sienten formando una unidad. También se fomenta la unidad interna individual. También la unidad (continuidad) con otras asignaturas, con la vida cotidiana.

Ritmo y gracia: vamos despacio, a un “buen” ritmo, un ritmo que es respetuoso con las personas. Hay tiempo para que ocurra algo y para que se nos ocurra algo, también a los de ritmo más lento. Dejo que salgan palabras –o el silencio- desde la convicción y la profundidad. Necesito estar receptivo, ser –incluso- un poco pasivo, si quiero dar solamente respuestas automáticas, si quiero que la gracia se exprese gratuitamente.

Fluidez: tolero el ruido del grupo. Tiene un alma y necesita seguir sus propios pasos: cansancio, aburrimiento, expresión de emociones. Fluyo en el ser – no ser del grupo, formo parte de él. Acepto la desatención, acepto el ruido. Actúo en lo pequeño, no trato de imponerme a la realidad. Procuro “surfear” en las oleadas de emociones y reacciones. Evito ser un tótem. Conecto con el alma del grupo.

Transformación: después de cada clase somos distintos. No hemos sumado sólo un conocimiento sino que somos conscientes de que se ha producido una transformación. Debemos atraparla como si fuera un tesoro. Transformación personal que se debe a la comprensión de una experiencia, a la aceptación de una emoción o de un hábito, a la capacidad de formular un argumento.

Perdón: está enlazado con la gracia pero lo pongo separado. Debe ser una práctica permanente. Cada uno consigo: tolero mis limitaciones como profesor: “me gustaría cautivar a mi auditorio con bonitas historias”, “ser más claro”, “ser más autoritario”… Con los demás: tolero que mis estudiantes no se puedan estar quietos, necesitan moverse, necesitan hablar, necesitan protestar.

Serenidad: Después de cada clase vuelvo al ser. Vuelvo al punto “0”. Aprendo a ir allí. Es una práctica beneficiosa contra la agresividad, el aburrimiento, la impaciencia. Debemos aprender a conectar con el estado que está por debajo de los estados mentales: que es nada, que es el ser. El vacío fértil.

Abrazo: soy un cuerpo, no sólo lo es el profesor de educación física. Tengo que practicar un contacto físico respetuoso y cálido. Practico el abrazo. Lo voy aprendiendo. Lo van aprendiendo. Necesito mantener despierta la conciencia sensorial, respetuosa con mi cuerpo, respetuosa con mi espalda, tomando conciencia de la respiración.

Espiritualidad: entendida como experiencia de totalidad. Estoy abierto a la experiencia. Me siento compasivo con el dolor, me alegro con la felicidad, atiendo a las necesidades. Tomo conciencia del asombro de la existencia. Procuro hablar y expresarme desde ese asombro, desde ese respeto.

Movimiento: relacionado con el cuerpo. Necesito moverme. No necesito inventarme una excusa para salir, para moverme, para ponerme en pie. Me pongo de pie, me estiro. Respeto el movimiento de los otros cuerpos. Puedo pasear… No vivo el espacio como una limitación, como una cárcel, pero tampoco lo invado compulsivamente. Soy respetuoso con los otros cuerpos en movimiento y con los objetos inertes.

Humor e iluminación: acepto la crisis de contrarios y dejo que encuentren su armoniza: el tao, la comprensión, la sabiduría. Descanso en la paradoja. Doy un salto a otra forma de compresión más simple. A la experiencia directa. No trato de imponer mi respuesta.

Colaboración: Le dedico tiempo al que necesita más tiempo. Ayudo a los que tardan más tiempo en comprender y hacer las tareas. Valoro el tiempo dedicado a ayudar a un compañero que lo necesita.

Confianza y espontaneidad: Entro en clase siendo un ser humano completo, con mis debilidades, así me muestro. Procuro no dejarme puesta la bata de profesor. Expreso algo de mis cuidados y preocupaciones. Atiendo a los cuidados y preocupaciones.

Conocimiento: Me fijo en el momento en que se produce la práctica del conocimiento (metaconocimiento), cuido ese momento como lo más valioso. No hay un conocimiento posterior, sino este conocimiento presente en ejercicio. La metafísica como el saber que se busca. No estoy pensando en mi interior que ya tengo la respuesta, que sólo debo esperar el momento adecuado para decirla. Me dejo sorprender por el asombro como inicio del conocimiento.

Contemplación: Me mantengo en los fundamentos del conocimiento. Las preguntas y el proceso de investigación surgen espontáneamente en clase, se encuentra en cualquier parte y momento. En el conocimiento contemplativo el objeto abarca al sujeto.

Presente: No estoy acuciado por el programa. Me centro en cada momento. Vivo con plenitud la experiencia de la práctica filosófica en el aula. No tengo prisa. Procuro mantener una atención y comprensión profunda, donde se puedan gestar decisiones y compromiso vitales.

Curación: para poder emplear mis recursos para la vida: profesional, emocional, social… necesito estar embarcado en un proceso de curación que es un proceso de liberación. Voy reconociendo los apegos, las ignorancias, los rechazos que me esclavizan. La clase es un lugar oportuno para que vayan saliendo a la luz, no pueden salir todos -ni los de todos- a la vez. Pero debemos aprender a detectar dónde hay una traba, un obstáculo. Su resolución puede servir para otros. Estoy dispuesto a aprender, a mejorar… “Cualquiera puede perder un combate” (Peligro en “Million Dollar Baby”)

Antonio Pino

4 comentarios

gabriel -

ah, ¿y CÓMO intentas alcanzar estos objetivos? ¿A través de qué metodología y actividades?
cuenta, cuenta...

gabriel -

peculiar definición de espiritualidad... muy inmanentista, muy spinociana, otros más "materialistas" o más laicos lo llamarían inmersión en la realidad, compromiso con ella o algo así...no?

Luis -

Muy buen artículo, Antonio. Cierto que esbozas un ideal, pero no conviene perderlos de vista: mejoramos con ellos

Profesor Portillo -

¡No pide tú ná, Quillo!

Excelente reflexión, Antonio, sugerente y merecedora de atención.