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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

Entre Oriente y Occidente, misticiscmo y filosofía

Entre Oriente y Occidente, misticiscmo y filosofía Mónica Cavallé

La sabiduría recobrada

Madrid, Oberón, 2002

La autora de este libro parte de una convicción: existen dos filosofías, una arraigada en la sabiduría, ligada indisolublemente a la vida y a la transformación personal y accesible a los no-filósofos, y otra, de la que se han apropiado unos presuntos expertos, especulativa, académica, historicista, incapaz de transformar nuestras vidas y vedada al hombre culto común por una terminología innecesariamente compleja. Esta segunda ha llegado a eclipsar a la primera con el correr de los siglos. Mónica Cavallé se propone luchar contra este error porque sabiduría y vida son indisociables.

Este contraste es el objeto fundamental de la primera parte del libro, pero, en mi opinión, se ha exagerado hasta convertir filosofía teórica y práctica en dos enemigos cuasi irreconciliables. Sin duda que existen las dos, pero, leyendo a Mónica, la distancia, la diferencia entre ambas, aparece como insalvable, sideral. Cierto es que hay excesos retóricos y cuestiones abstractas sobrevaloradas en importancia en la tradición academicista, pero no todo puede darse por baldío en ella. Lo fundamental, sin duda, es seguir cultivando o recuperar la relevancia pasada de la filosofía práctica, sin denuestos injustos o caricaturas del contrario. Especulación y práctica han estado en relación y se han cultivado a lo largo de toda la historia de la filosofía, aunque es cierto que el énfasis en cada una de estas dimensiones ha podido variar según el periodo. También es claro que el momento que vivimos parece alumbrar una inflexión en favor de la práctica filosófica.

Es muy interesante, en esta primera parte, el análisis que se hace de la noción de utilidad, a propósito, claro, de la utilidad de la filosofía, aunque de nuevo aparece aquí la querencia de la autora por el pensamiento bipolar. Se habla del “ser” y del “estar”, de la “explicación” y la “descripción”, del “conocimiento” y la “transformación”, de la filosofía y de la ciencia. A pesar de que las tipologías son clarificadoras, uno encuentra a faltar ciertas matizaciones.

La segunda parte del libro es un ensayo sobre la “filosofía perenne”, que es el nombre que se da a ciertos contenidos clásicos de la filosofía sapiencial, de Lao-Tse a Nietzsche, de Sócrates a los estoicos, pasando por Waldo Emerson, Simone Weil o las Upanishad.

No es tampoco de mi agrado la existencia de un cierto tinte “místico” en la selección de estos contenidos. La Cavallé hace mucho hincapié en la importancia de la noción de “Tao”. «Antes que el cielo y la tierra, existía ya algo completo en sí mismo, quieto y profundo. Solitario, inmutable, autosuficiente e inagotable. Se le podría llamar la Madre misteriosa. No se conoce su nombre. Yo lo describo como el Tao» (Lao Tzu, Tao Te King, XXV). Es verdad que en todas las grandes tradiciones de sabiduría se ha hablado de un principio único, esencia y sustento último de todo cuanto es e inteligencia rectora del cosmos. Pero Mónica Cavalle lo escribe con mayúsculas y yo no acabo de comprender la importancia práctica de tan fabuloso principio. Sin embargo, echo de menos una selección de enseñanzas taoistas de corte más racional, y las hay muy valiosas. Tenemos, en cambio, “El Tao como fuente y curso de la vida”, “El Tao visible o el rostro del Tao”, “El Tao oculto”, “¿Es el Tao lo mismo que Dios?”, “El Tao, es inmortal”... epígrafes que no suenan mucho a filosofía práctica, ni siquiera a filosofía, aunque concedamos que estos ramalazos místicos se encuentran también en occidente, por ejemplo en Heráclito el oscuro («El Uno, lo único sabio, no quiere y [sin embargo, quiere] ser llamado con el nombre de Zeus (Dios)», fragmento 32). No creo, sin embargo, que este sea su aforismo más conocido o alabado. No creo que de mucho juego en una consulta de orientación.

Una pregunta tan clásica como “¿quiénes somos?” o “¿quién soy yo?”, tratando el tema del autoconocimiento, se contesta estableciendo tres niveles en el yo: el Yo universal, o Atman, el Yo particular, que no es esencialmente diverso del Yo universal, de un modo análogo a como una ola no es distinta del océano (yo no veo la analogía) y el Yo superficial. ¿Más Freud o más Vedanta que Sócrates o Hume es preferible para la asesoría?

Otrosí ¿Un examen de los límites del conocimiento ha de llevarnos forzosamente más allá del pensamiento condicionado, a una visión directa de la realidad? ¿De verdad nos hará capaces de dejar entre paréntesis toda interpretación? Puede que Krishnamurti consiguiera alcanzar esa visión superior, pero si alguno de nosotros se quedara corto ¿se debe necesariamente a que “no tiene la firme decisión de ver”, a que “no quiere ver”, a su “mala fe”? Desde luego, personalmente, no me veo muy capacitado para alcanzar la “conciencia pura”, el “testigo” que conoce en nosotros pero que es incognoscible, una sustancia más allá del cuerpo, los deseos, las emociones y los pensamientos. Locke, está claro, no forma parte de la filosofía perenne.

Hay muchas otras cosas que no entiendo. ¿Por qué un idiota de aldea que ama realmente la verdad es preferible a Aristóteles, por qué aquel tiene genio y éste sólo talento? ¿Por qué se desprecia su lógica y se la da por inválida frente a la lógica heraclítea? ¿No son ambas parte de nuestra aproximación a la verdad? ¿No pueden aplicarse en ámbitos diversos de la realidad?

Heráclito, Nietzsche, los estoicos, Kierkegaard... son analizados en los últimos capítulos de un libro interesante pero polémico, incisivo pero algo desequilibrado, consecuencia de un intento de síntesis entre filosofía oriental y occidental que no ha llegado a convencer a este pobre lector cartesiano cuyo tercer ojo sigue aún sin abrir.

Luis F. Navarro

2 comentarios

Luis F. Navarro -

Me gustaría que me dieras la referencia bibliográfica completa, José Luis

Jose Luis Ugarte -

El texto que reseñas parece que es un texto fallido a todas luces.
Quizás te convenza entonces el libro titulado "Sobre la realidad (virtual o no)", una síntesis coherente y homogénea entre ambos modelos de pensamiento, el occidental y el oriental. Con el plus añadido de que no es una síntesis académica (teórica), sino más bien todo lo contrario, es decir, es una síntesis aplicada a la descripción de la realidad.