A un año de la protesta en Merida.
Cualquier curioso, al observar el peculiar grupo que conformábamos, nos habría tomado por clientes de una excursión organizada a un parque temático: las prisas y lo insólito de la hora, el autobús y el ambiente que reinaba mientras demorabamos la partida, incluso aquella dulce anciana con gorrito blanco e inmaculadas zapatillas hacian pensar en Isla Mágica. La sospecha se hubiese convertido en evidencia, clara y distinta, si como a nosotros al llegar a nuestro destino un alegre grupo de pequeños tractores, casi jugetes con aquellas sirenas y sus alegres banderas tricolores, le saliese al paso circulando por el arcén de la carretera.
Los agricultores de la Tierra de Barros y su trenecito se alejaron a ritmo vivo mientras nuestro autobús, ahora anden del deseo de ser parte del convoy, los dejaba pasar. En el horizonte de aquella luminosa mañana meridense, se recortaban las tajantes líneas de los furgones celurares mientras un numeroso grupo de antidisturbios velaba el acceso al casco histórico de la ciudad. Compartían el cielo una avioneta- cometa publicitaria que dejaba en el lienzo de nubes un tajante "NO A LA REFINERÍA"-, algún pájaro y un helicóptero de la policía en vuelo estacionario sobre un maravilloso edificio de Moneo.
Justo al lado del teatro romano se representaba el poder ( Consejo Extraordinario de Ministros ) y nosotros, el tren de pequeños tractores, las furgonetas de los antidisturbios o las gloriosas ruinas éramos parte de la obra.
Lo cuenta García Márquez:
Cubría como reportero la caída del dictador venezolano Hidalgo. Plumillas y fotógrafos se apiñaban en la antesala del despacho presidencial , cuando el prócer salió en uniforme de campaña, con las botas embarradas, apuntando con una ametralladora al gabinete de crisis aún reunido. Sin darles la espalda se encamino al coche que le esperaba para huir. Dice Márquez que en ese instante intuyó, no clara y distintamente sino como una presencia candente en el fondo del miedo que lo atenazaba, el poder.
Nada que ver con nuestra protesta ni con aquellos amabilísimos antidisturbios que nos habrían ofrecido tabaco si el el fumar no fuese pecado. Tampoco falto un tipo con bongos y aviesa mirada ¿ Un simulacro de la Fura del Baus que prometió acudir o un despistado de la otra manifestación?. Yo, mientras expresabamos nuestro incondicional rechazo al proyecto de ley y nuestra determinación a no claudicar tomando unas cervezas en cinco veladores que la fortuna dejó desocupados junto a las pancartas, no podía eludir aquella pegajosa sensación de estar en Port Aventura...Un compañero me habla de un inesperado encuentro con un antiguo amor...barcos que se cruzan...Comparto mesa con mi profesor de filosofía de C.O.U y ya no sé si en esta excursión de fin de curso soy el acompañante o Antonio el que nos vela...Vino la prensa y nos rescató del no-ser.
Las trampas de la memoría...releo a Ferlosio y vuelvo a pensar en los simulacros que se superponen sin constituirse siquiera en metáfora:
"(Acción testimonial). La comunicación ha alcanzado tal volumen y tanta prepotencia que la noticia pesa muchísimo más que lo notificado. Las noticias son más hechos, hacen o ocurren enormemente más que los hechos mismos de los que dan cuenta. Por eso ,a espaldas de la noticia que hace, se ha desarrollado , como contrapunto, la acción que dice ,o sólo quiere decir, la que se llama acción testimonial, no pocas veces cruenta, es el reverso mostruoso de la no menos mostruosa prepotencia de la noticia que hace".
PAco P.
1 comentario
Profesor Portillo -