Denuesto de la tribu
A aquel que preguntaba ¿de dónde eres?, recomendaba Sócrates no responderle nunca ateniense o corintio, sino ciudadano del mundo. Siglos después, Epicteto, el esclavo, que tenía a Sócrates por modelo y lo admiraba, insistía: ¿por qué dices que eres ateniense, y no que eres sólo de aquella esquina a la que tu pobre cuerpecito fue arrojado al nacer?
Mi amigo Estacio me preguntaba por los principios de sabiduría. Aquí tienes alguno. ¿No lo parece, Carlos?
Pero ¿por qué olvidamos estos principios de sabiduría? ¿Por qué ponemos nombres rimbombantes a esas esquinas en las que por azar hemos nacido? ¿No era en un edificio de la administración sanitaria? ¿No era en un cuarto de hospital?
Mira, Carlos, de qué se vale el sabio antiguo: de un diminutivo. Mira de qué se vale el bárbaro moderno: soy americano, nací en Francia, mi patria.
Mi patria no es la suya, señor mío, ya no somos iguales.
Tamaño cuerpecito, tamaña presunción. Cosmopolita...
2 comentarios
Luis -
Profesor Portillo -
Buen post.
La patria es uno de los inventos más terribles del ser humano. Es un arma de destrucción masiva de la paz. Al menos la patria grande, la de las banderas... la chica, en el corazón, puede servir para reconfortar, como ese rinconcito que se recuerda con un sentimiento especial de cariño... (si todo va más o menos bien).