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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

Otro poquito de Marina

Otro poquito de Marina

Como puse aquí su artículo -de la revista Cuadernos de Pedagogía de abril- le escribí una cartita electrónica diciéndoselo, por si quería intervenir, tal que así:
"Estimado José Antonio

Actualmente participo en una blog de profesores de filosofía. Conozco personalmente a varios de sus miembros y son profesionales preocupados por la educación. En la blog escriben o comentan escritos de otros. Yo he puesto tu texto “El gran tabú”, de la revista Cuadernos de Pedagogía de abril, y voy a poner el de mayo, “La indulgencia”. Te lo digo por si te apetece entrar y ver los comentarios o participar en ellos. Desde luego si hay gente “educativamente movilizada” ellos lo son y no sólo de boquilla.

Un saludo

Felicidad Martínez-Pais Loscertales"

Y como le digo a él, os pongo aquí el de mayo:

José Antonio Marina
Catedrático de Bachillerato

“La indulgencia”

Por debajo de los fenómenos culturales hay un sistema de conceptos a veces desconocido, cuyas relaciones se nos escapan, y que nos convierte en colaboracionistas sin quererlo. Al aceptar algo que parece inocuo, podemos estar fomentando algún disparate. La defensa de la libertad como valor supremo puede suponer que ningún valor superior –por ejemplo, la justicia- puede limitarla. Insistir en la necesidad de la motivación es importante, pero puede incluir el mensaje de que no podemos hacer una cosa, si no tenemos ganas de hacerla, lo cual es falso.
Los autores de la “Declaración del hombre y del ciudadano” se negaron a incluir en ella los deberes, porque los consideraban cosa del Antiguo Régimen. De ahí surgió una mala pedagogía de los derechos sin contrapartida. La norma moral está desacreditada, y pretendemos resolver los problemas de convivencia mediante “habilidades psicológicas”, que no dan para tanto. Una beneficiosa “pedagogía centrada en el niño” acabó prohibiendo a los padres decir que no, lo que, por otra parte, resultaba beneficioso para un mercado consumista.
Hay toda una generación que ha pasado de tener miedo a sus padres, a tener miedo a sus hijos. Acabo de leer un estupendo libro de William Damon, titulado Greater Expectations. El subtítulo es más expresivo: “Cómo superar la cultura de la indulgencia en los hogares y en las escuelas americanas”. Damon es un respetado especialista en psicología educativa y ha dirigido el gigantesco Handbook of Child Psycology de la editorial Wiley. Describe en su obra el sistema de la indulgencia, del que forman parte muchos conceptos, por ejemplo, el de “autoestima”. La preocupación porque el niño o el adulto “se sienta bien consigo mismo”, ha producido una generación de narcisos o egocéntricos.
En fin, todos estamos enredados en estas ideas, confundidos por falsos progresismos y tradicionalismos falsos, quejándonos, sin hacer nada. ¿Por qué no nos dedicamos paciente y lúcidamente a sustituir este sistema de conceptos, del que somos víctimas todos, por un sistema más sensato? Por mí, que no quede.

1 comentario

Profesor Portillo -

¿Y si en vez de sustituir conceptos les damos significados más razonables?
La autoestima está bien, lo que no está bien es que no se corrija para no dañarla. Lo que es preciso es ayudar a desarrollar una autoestima exigente, que sólo se contente con la propia excelencia, y no con la adulación... (¡cielos! ¡parezco Platón-Sócrates en el Gorgias! ¿me estaré convirtiéndo en un filósofo práctico o en un práctico filosófo?)