La cordura, además de la prudencia
Ética de la razón cordial. Educar en la ciudadanía en el siglo XX de Adela Cortina, Premio Internacional de Ensayo Jovellanos (otros premiados: John R. Searle y Pedro Laín Entralgo). La autora valenciana intenta una versión cálida de la ética del discurso. Sale al paso de las críticas que consideran éste tipo de ética como una cáscara vacía, donde el más preparado en recursos lógicos y retóricos es el que convence de sus posiciones aunque no sean las más justas.
El capítulo X y último se titula: Educar en una ciudadanía cordial donde se pregunta ¿cuál serían los ejes de esta educación? Y responde: Debe haber un eje del conocimiento (conocimientos y habilidades: saber, por ejemplo, qué es una banca de los pobres), un eje de la prudencia (las destrezas para llevar adelante una vida de calidad; por ejemplo, las estrategias de resolución de conflictos), y, por fin, un eje de sabiduría moral que en su caso se propone como sabiduría cordial como desarrollo del sentido de la justicia y del sentido de la gratuidad.
Educar en el sentido de la justicia exige siempre ir más allá del cálculo y la prudencia. Pero no ir más allá en línea recta, como siguiendo un camino o la vía del tren, sino en profundidad, en interioridad. Rumiando qué es lo que a fin de cuentas nos hace personas, que es lo que a fin de cuentas nos hace decir yo, sino el hecho de que los otros me han reconocido y me reconocen como persona y como tú. Es la experiencia básica del reconocimiento recíproco la que abre un sentido humano de la justicia y también de la gratuidad
Educar en el sentido de la gratuidad exige ir más allá del derecho y el deber, pero no en línea recta, como que sigue un camino o la vía del tren, sino en profundidad, en interioridad, se abre el amplio misterio de la ob-ligación, el prodigioso descubrimiento de que estamos ligados unos a otros de forma indisoluble y, aun sin sanciones externas, aun sin mandatos externos, sino desde lo hondo, desde lo profundo. Es lo profundo donde se descubre esa ligadura profunda, el secreto de la felicidad. De ella brota el mundo de las obligaciones que no pueden exigirse, sino compartirse graciosamente, el mundo del don y del regalo, del consuelo en tiempos de tristeza de la esperanza cuando el horizonte parece borrarse, del sentido ante la experiencia del absurdo
Y concluye: educar para el siglo XXI sería formar ciudadanos bien informados y prudentes pero también educar personas con corazón, con un profundo sentido de la justicia y de la gratuidad
Antonio Pino
2 comentarios
Antonio -
Interesante tu blog, Víctor. Un saludo
victor -