Grupo de trabajo de la AAFi: libro de Schröndinger
Cada curso la AAFi (Asociación Andaluza de Filosofía) organiza un grupo de trabajo (no homologado oficialmente) que se dedica a comentar un libro. Este año ha tocado Mente y materia de Schröndinger . Los encuentros son una vez al mes (habitualmente el primer martes). El lugar es el IES Murillo. Entre los asistentes, Antonio Lara, Romualdo (delegado AAFi Sevilla), Susana Rotbardt, Miguel Florián, Adela, Ramón Rodríguez Aguilera, el Estacio y muchos otros.
Después de la sesión, comienza lo verdaderamente interesante: libación de cerveza y conversación politemática. Abajo breve noticia de la obra.
“Lo que construimos en nuestras mentes no puede tener (así lo siento) un poder dictatorial sobre nuestra mente, no puede cuestionarla ni aniquilarla. Algunos de ustedes dirán, estoy seguro, que esto es misticismo. Así, aun reconociendo que las teorías de la física son siempre relativas –por cuanto dependen de ciertas hipótesis básicas-, podemos afirmar, o así lo creo, que las teorías actuales de la física sugieren fuertemente la indestructibilidad de la Mente frente al tiempo.”
Así concluye Erwin Schrödinger uno de los capítulos de su libro Mente y materia. E. Schrödinger, premio Nobel de Física en 1933, descubrió la ecuación que describe el comportamiento de los electrones, los átomos y las moléculas (de la cual alguien dijo: En el principio Dios creó la ecuación de Schrödinger. Luego la tomó como modelo y fue creando todas las cosas de acuerdo con ella). Además, fue pionero en escribir sobre la base física de la vida. Quizás por esta razón, era muy consciente de las limitaciones de la ciencia, sobre todo en materia de religión. En Mente y materia se pregunta: “¿Puede la ciencia aportar información en materia de religión?”. Y puntualiza que se refiere en particular a cuestiones “del otro mundo” y de la “vida después de la muerte”. A E. Schrödinger le preocupaba profundamente qué ocurre con el yo individual después de la muerte: “Parecen existir muchos yos conscientes y, sin embargo, el mundo es sólo uno”. Y sugiere que sólo existe una Mente (con mayúsculas) de la que todos participamos, y trae a colación la doctrina hinduista de las Upanisad, indicando que debe ser incorporada al pensamiento occidental. Pero va más allá en su sugerencia y, después de analizar brevemente la contribución de Platón, Kant y Einstein sobre los conceptos espacio y tiempo, afirma que “la distinción entre antes y después o anterior y posterior (conceptos basados en la relación causa-efecto) no puede aplicarse universalmente”, y por tanto, sobre la base de “la progresiva idealización del tiempo”, llega a la conclusión de que la Mente puede trascender a la muerte física.
En Mente y materia, publicado a finales de 1950, E. Schrödinger reflexiona abiertamente acerca de la esencia del comportamiento humano, lo que le conduce, sobre la base de sus conocimientos en física, a una concepción mística de la Mente. Sin embargo, en estos casi 50 años desde el momento en el que Mente y materia vio la luz, el conocimiento científico acerca de la mente y su relación con el cerebro y, por tanto, con la biología, ha avanzado notablemente. Y este salto en el tiempo se pone de manifiesto en los primeros capítulos del citado libro, en los que E. Schödinger discute acerca de la evolución biológica y el comportamiento humano en unos términos que ningún biólogo aceptaría hoy en día. E. Schrödinger acepta la teoría de la evolución de Darwin en lo que respecta a órganos físicos y hábitos de conducta, pero deja al comportamiento “complejo” fuera del alcance de la selección natural, y por tanto, al margen de la biología: “Pues el cambio de comportamiento no se transmite por una herencia física, por la sustancia hereditaria, por los cromosomas.” De alguna manera flirtea con el lamarckismo al decir: “El comportamiento, aunque en sí no se hereda, puede acelerar el proceso de la evolución (...). En las plantas y en los niveles inferiores del reino animal, el comportamiento adecuado se pone a punto por un lento proceso de selección, es decir, por ensayo y error, mientras que la inteligencia del hombre le permite proceder por elección”. Esto le lleva a insinuar que nosotros, los seres humanos, podemos influir en nuestro desarrollo biológico y así seguir “un camino de perfección”. Para E. Schrödinger, “sería extraño, por no decir ridículo, pensar que la mente consciente y contempladora (...) haya aparecido por azar (...)”. Y añade que, “alimentamos la sensación, quizá engañosa, de que, dentro de este bullicioso mundo, la mente consciente se aloja en ciertos órganos muy particulares (los cerebros)”.
Desarraigar nuestro intelecto del cerebro y, por tanto, de sus orígenes naturales, supone una puerta de entrada para todo tipo de interpretaciones sobrenaturales acerca de la mente (y sus “poderes”) y, en último término, nos conduce a otorgar un sentido antropocéntrico al Universo. Algunos piensan que conocer mejor las leyes físicas que gobiernan el Universo nos ayudará a desligarnos de nuestras incómodas raíces biológicas y nos empujará al pedestal donde siempre hemos querido estar, al lado de Dios, y por encima del resto de los seres vivos “inferiores” que pueblan la Tierra. Pero quizás ocurra justo lo contrario. Quizás, sólo quizás, este conocimiento nos hunda más en el maravilloso fango de la biología porque, ¿podrá el cerebro humano entender aquello para lo que no ha sido “diseñado” (por la evolución)? ¿O será que el propio Universo “consciente” de su complejidad ha creado el cerebro humano para comprenderse a sí mismo?
Decía Descartes que "no podría imaginarse algo tan extraño y poco comprensible que no haya sido dicho por alguno de los filósofos". Schröndinger es científico, pero aquí ejerce de filósofo. Qué rara es la realidad. O qué real es la rareza.
PD: El padre de Borges solía decir: "Es tan raro este mundo que todo es posible, hasta la Santísima Trinidad"
2 comentarios
Luis -
Respecto del post, ya sabes, no está firmado y habría que meter tijera en el contenido coloquial.
Carlos R. Estacio -
Como lo he redactado mientras escuchaba a Gabriel y a Luis, perdí conciencia de la medida.
Lamento la descortés extensión.
Más adelante (cuando Luis lo lea, que tenía interés) podemos "apolineizar" su contenido.