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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

La paradoja de la sabiduría

La paradoja de la sabiduría

Aunque mi colega Luis F. piense que una vez más caigo en la reducción de los problemas filosóficos a esquemas neuronales y materialistas, lo cierto es que el libro de Goldberg (entrevistado por Punset, el Sánchez Dragó del departamento de ciencias; loable divulgación junto a discutibles ideologías de fondo, en mi opinión): "La paradoja de la sabiduría. Cómo la mente puede mejorar con la edad" es más agradable de leer que otros ensayos sobre el cerebro.

Durante mucho tiempo se han investigado en el cerebro las facultades descriptivas (percepción, memoria) pero ahora se han desencadenado los estudios sobre facultades prescriptivas (toma de decisiones y estrategias de actuación). Es un cambio de paradigma: desde el ¿qué es verdad? ¿qué es cierto? hacia el ¿qué podemos hacer? ; la búsqueda de la verdad sigue siendo un derivado del esfuerzo por la supervivencia, y esto se refleja en las estructuras del cerebro.

Golberg es hijo espiritual de Luria y nieto también espiritual de Vygostky. La sabiduría está más cerca del "saber hacer", que del "saber qué". Pragmatismo. Coincidencia con el giro práctico de la filosofía. ¿Qué formulas filosóficas -de la historia de la filosofía, de los grandes filósofos y maestros espirituales- nos sirven para sobrevivir y vivir?

En mi práctica docente la pregunta es ¿de qué me sirve ´"saber" una lección si no soy capaz de "ejecutarla" ?

Uno de los elementos clave de un "cerebro ejecutivo" es la capacidad de formularse preguntas sobre cómo funciona la mente del otro. Por ejemplo de un alumno o de un grupo de alumnos. Debo afinar la "teoría de la mente" que tengo acerca de mis estudiantes. Así soy un filósofo práctico. Un filósofo ejecutivo.

La madurez social desde un punto de vista fisiológico sólo se alcanza entre los 18 y los 30. Hasta que se consuma este período la persona "sabe" distinguir entre el bien y el mal (se conoce todas las normas, incluso las de ciudadanía) pero no dispone de los recursos para "ejecutar" una elección adecuada. Debemos, por tanto, reconsiderar la postura roussoniana de la educación, por la que creemos en la bondad natural del niño? Y aceptar, por fin, como tantos nos recuerdan que el único camino es la disciplina, la imposición de la voluntad del profesor sobre las voluntades adolescentes?

Me resisto. ¿Es la imposición el único método? ¿o podemos encontrar en la sabiduría como capacidad de ejecución y seducción, una vía intermedia? ¿Cómo puedo llegar a convencer a un cerebro que sabe qué es el bien -porque se lo han repetido muchas veces- pero que se pierde en un laberinto de neuronas y chispazos bioeléctricos antes de acertar con ese bien que conoce descriptivamente?

Carlos E. nos recomendó ver "El milagro de Ana Sullivan" donde Helen, la maestra, pelea literalmente cuerpo a cuerpo con Ana hasta que consigue que doble la servilleta. ¿Cómo puedo llegar a su alma? -se pregunta-, si fuera capaz de darte una palabra pondría el mundo en tus manos. Es decir, si te ofrezco símbolos que enlacen -provisionalmente- tus áreas ejecutivas prefrontales habré llegado a tu alma.

Símbolos capaces de seducir, símbolos como creencias y no meras ideas, vividos por personas capaces de seducir y convencer. Ánimo docentes, aún un esfuerzo más.

Antonio Pino

2 comentarios

Antonio -

Reducir lo humano a un epifenómeno no es propiedad de las ciencias naturales. El reduccionismo se cuela por todas las rendijas de los determinismos también a través del desánimo y del orgullo.

Luis -

Tú no creo que acabes nunca en el reduccionismo, Antonio. Y es muy interesante esta faceta prescriptiva de análisis. Yo lo único que espero es seguir decidiendo por mí mismo en lugar de mis hormonas y neurotransmisores.