La clase de filosofía, experiencia vital (2)
¿Qué es más interesante e importante que un alma humana? –preguntaba Brenifier en Jerez de la Frontera (Cádiz), durante el VII Congreso de Filosofía organizado por la AAFi y el CEP de esta localidad, y yo añado libremente ¿cómo cazar a esa alma, “salvarla”, transformarla, ayudarla a nacer, hacerla despertar? Y la respuesta no puede ser sino “a través de otra alma”. Otra alma que ande en el mismo intento de ser cazada, “salvada”, transformada…
Es posible que estemos de acuerdo, sí, pero no podemos ser sólo socráticos en nuestra práctica diaria como profesores de filosofía, escribe Daniel López, no podemos descuidar el otro platillo de la balanza: porque tenemos que ser también sofistas. Tenemos que acceder al alma de estudiante que está ante nosotros, pero además debemos llevar un control de presencias/ausencias, calificaciones, controles… Y lo que es aún más complicado: dosificar eficazmente la mezcla de ambas tareas.
Merce Padilla reconoce la taquicardia que produce tener que estar pendiente de muchachos y muchachas que exigen atención de distinto modo y al mismo tiempo. Es curioso pero vamos al gimnasio –quien vaya- a producirnos taquicardias saludables, mientras que en el aula éstas no nos parecen tales. ¿Por qué? ¿Cuál es el factor que modifica el modo de nuestra “cordialidad” en un lugar y en otro. ¿Es el ritmo? ¿O es, más bien, la melodía de nuestros pensamientos, de nuestras expectativas, de nuestras creencias y temores?
Aprender a parar nuestro pensamiento (algo que dijo también Brenifier, y me sorprendió en él) puede servir para tomar conciencia de la realidad. Debo aprender a ver y a oír, a sentir. Y tengo la sospecha, o más bien, la esperanza, de que si tal cosa aprendo y ejercito, puedo empoderarme en una clase, que no es lo mismo que apoderarme de ella, y disfrutar más de la experiencia vital que es la clase de filosofía, desde una sana tensión deportiva.
¿Cómo puedo “sentirme” en clase? Esa es la pregunta que voy indagando. Dejo a un lado lo que desearía o debería dar a mis alumnos/as en las clases. Y empiezo a mirar para mis adentros, los adentros de mí ser que no acaban de ser ni fisiología ni psicología y que tengo la convicción de que tienen que ver con tus adentros. No pregunto por el rol de profesor, ni siquiera por los resultados académicos de mis alumnos. Ni siquiera por la calidad de todo el proceso. Mi pregunta es un poco más íntima. Me pregunto: ¿Quién soy durante la clase? ¿Quién puedo o debo ser? ¿Cómo me puedo “sentir”? o incluso, ¿cómo quiero sentirme? Porque en ello me va mi propia vida, mi propio ser.
Todo esto tiene que ver con la psicología y la ética, los determinismos y la conciencia moral y libre. Con la madurez personal y la profesionalidad, cierto. Pero en el encuentro entre almas a través del diálogo se tiende a lugar intermedio, ni psicológico ni ético, aunque con repercusiones en la ciudadanía, un ámbito que me gustaría llamar metafísico.
(La imagen procede de una página de antigramas encontrada a través de Cambalache 3,14, otra vez)
Antonio Pino
3 comentarios
Angélica -
Soy de Argentina. Acabo de asistir a Jornadas de enseñanza de la filosofía organizadas por la UBA . Y ponencia tras ponencia, siempre salía a relucir esa tensión, que creo que va a ser eterna y maravillosa. Y justamente este viernes, mis alumnos del último año de secundaria me pidieron dejar de hablar de Orientación Vocacional, Búsqueda laboral, etc., temas que están en el programa. Les propuse votar temas y vean qué salió:
Pseudociencias, Amor, fidelidad y diferencias entre los sexos, violencia urbana.
Al principio dudé. Pero después me dije al diablo con el programa y las evaluaciones y el papelerío si no puedo crecer junto a mis chicos tratando de buscar la respuesta a sus inquietudes.
Felicidad Martínez-Pais Loscertales -
LA VOZ A TI DEBIDA
Versos 1449 a 1470
Perdóname por ir así buscándote
Tan torpemente, dentro
De ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
De ti tu mejor tú.
Ése que tú no te viste y que yo veo,
Nadador por tu fondo, preciosísimo.
Y cogerlo
Y tenerlo en alto como tiene
El árbol la luz última
Que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
Subida sobre ti, como te quiero,
Tocando ya tan sólo a tu pasado
Con las puntas rosadas de tus pies,
En tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
De ti a ti misma.
Y que a mi amor entonces, le conteste
La nueva criatura que tu eras.
Luis -