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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

La clase de filosofía, experiencia vital (y 3)

La clase de filosofía, experiencia vital (y 3)

“No conozco a nadie que quiera ejercer su autoridad y no la ejerza” afirma Félix García Moriyón en el reportaje que le dedica la revista Cuadernos de Pedagogía. Esta afirmación hecha cuando el periodista le demanda sobre la indisciplina en las aulas, está integrada en una concepción personalista del ser humano. La dignidad humana, y la del hombre-mujer que ejerce una profesión de encuentros con otros/as hombres y mujeres en ciernes, basada en la voluntad libre y la responsabilidad, en el uso de la razón, en el ser individual, amalgama de conceptos que no me detengo a ordenar. Querer es poder, dicho más popularmente.

 

En el aula hay disfrute, cierto, pero también hay frustración. Allá cada cual con sus frustraciones, se puede decir. Si no cumplo los estándares de calidad, debo recibir formación ad hoc, incluso en el terreno emocional  (donde a veces somos un poco analfabetos), porque también se trata de ser capaz de seducir, de seducir a un grupo. O a lo mejor no se trata tanto de estar satisfecho y disfrutar en el aula como de ser eficaz, que es también una fuente de felicidad.

 

Gustavo Bueno, en su El mito de la felicidad. Autoayuda para desengaño de quienes buscan ser felices, me saca del callejón sin salida en el que me encontraba al final del post anterior. La cuestión de la felicidad dentro de clase, o como persona  que ejerce la docencia fuera de ella, no es una cuestión de psicología o ética, sino de antropología filosófica: ¿Cuál es nuestro destino como seres humanos? ¿Todos buscamos la felicidad? ¿Deberemos todos ser felices? Nuestra noción de felicidad tiene mucho que ver con el bienestar, la comodidad, la ausencia o minimización del dolor y del sufrimiento, el tener colmadas las necesidades y los deseos, la gestión del ocio y del tiempo libre.

 

De quién sea yo en el aula depende, en cierto sentido, el destino del ser humano, de mi destino personal, al menos, y el de mis alumnos y alumnas. No es, por tanto, una cuestión sin importancia, ni siquiera un problema sólo mío que deba trata con mi psicoanalista  (aunque a veces sea un camino que  deba ser recorrido, si no queremos ir salpicando a todos con nuestras sinrazones, por muy comunes y “normales" que sean.)  

 

¿Cómo puedo entender mi felicidad dentro del ejercicio de mi profesión, dentro y fuera del aula, como destino personal y modesta aportación al destino de otros seres humanos? Es decir de qué concepción antropológica (y filosófica) depende mi ser y estar en el aula, mi sentirme profesor/a de filosofía. No puedo ser sino yo mismo/a. Todo lo que soy lo llevo conmigo. Mi silencio, mi voz, mi gesto, traslucen mi ser todo, mi ser único ante otros seres únicos. No somos una universalidad concretada, sino una singularidad que accede al mundo de las abstracciones y las generalizaciones. En este punto me dejo guiar por mi antiguo profesor y maestro Alfonso Pérez Laborda. Más que una escuela de la diversidad, una escuela de la singularidad de la persona.  Más que, o además que, las normas y los valores, es la plenitud de la persona humana (su ser-en-plenitud) quien empuja y llama con una voz íntima y suave. Una voz hecha de deseo, imaginación y voluntad. Y por la que somos llamados individualmente cada persona, hombre-mujer, estudiante-profesor/a, en cada momento, desde “más allá” de la realidad que somos.

 

(Imagen grabada en un nave espacial por la NASA para un eventual encuentro con otras especies inteligentes)

Antonio Pino

6 comentarios

Jordan 5 -

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hector -

El 20 de Noviembre es el día internacional de la filosofía.

Siguiendo la idea de la filosofrikia se propone organizar una frikilada de gran resonancia mediática.

Se trata de hacer visible la filosofía durante un día (el 20-Noviembre) mediante un acto reivindicativo y sencillo pero llamativo y multitudinario sin llegar a ser un acto de masas conservando cada grano de arroz su individualidad en la paella como diría Borges.

El acto también serviría para cambiar las portadas del día siguiente en este pais ( esa isla entre Marruecos, Tanger y Egipto según Lord Byron).

Voy a proponer a mi alumnado celebrar el día de la filosofía escribiéndose con bolígrafo (rotulador) la palabra "filosofía" en la frente y no nos la quitaremos en todo el día y la llevaremos puesta desde que nos levantemos hasta que nos acostemos, en cualquier circunstancia: en clase, en casa, en el autobús, en mercadona, en el cine.

Y que cada vez que nos pregunten responderemos con este texto de Deleuze.:

"Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve al Estado, ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía.

Sirve para detestar la estupidez, hace de la estupidez una cosa vergonzosa. Sólo tiene un uso: denunciar la bajeza en todas sus formas. ¿Existe alguna disciplina, fuera de la de filosofía, que se proponga la crítica de todas las mixtificaciones, sea cual sea su origen y su fin? Denunciar todas las ficciones sin las que las fuerzas reactivas no podrían prevalecer. Denunciar en la mixtificación esta mezcla de bajeza y estupidez que forma también la asombrosa complicidad de las victimas y de los autores. En fin, hacer del pensamiento algo agresivo, activo, afirmativo. Hacer hombres libres, es decir, hombres que no confunden los fines de la cultura con el provecho del Estado, la moral, y la religión. Combatir el resentimiento, la mala conciencia, que ocupan el lugar del pensamiento. Vencer lo negativo y sus falsos prestigios. ¿Quien, a excepción de la filosofía, se interesa por todo esto?.

La filosofía como crítica nos dice lo más positivo de sí misma: empresa de desmitificación. Y, a este respecto, que nadie se atreva a proclamar el fracaso de la filosofía. Por muy grandes que sean la estupidez y la bajeza serían aún mayores si no subsistiera un poco de filosofía que, en cada época, les impide ir todo lo lejos que quisieran...pero ¿quién a excepción de la filosofía se lo prohíbe?"

G.Deleuze.

Voy a animar a que esta idea la transmitan a sus amigos de otros institutos, de otras ciudades vía messenger para organizar una gran frikilada lo más extensa posible y comprobar de ese modo, prácticamente dos cosas: las ganas que la gente tiene de hacer cosas de este tipo, y el poder de convocatoria que tienen las nuevas tecnologías.

En definitiva, el objetivo es ver si podemos o no, a partir de estas tecnologías de la información aparecer al día siguiente en los medios de masas reivindicando la filosofía.

Os invito al resto a que difundáis esta acción directa.

Daniel lópez Romero -

Disiento en bastantes puntos de la reflexión del profesor Pino así como de algunos de sus comentarios. Pero sólo puedo detenerme ( ahora no me alcanzan ni el tiempo ni la cabeza) en la cuestión de la autoridad, ya de suyo merecedora de un simposio. Recuerdo cuando leí, con gran entusiasmo y fruición por el tema de la publicación, el trabajo del profesor Moriyón "Pregunto, dialogo, aprendo,¿cómo hacer filosofía en el aula?", dentro de la colección didáctica ed. Quirón, creo recordar. Pues bien, recuerdo también como dicho entusiasmo se hizo trizas ante la rapidez con la que el moderado profesor despachaba la cuestión de la autoridad en la relación docente-discente. Para el profesor Moriyón hay una asimetría connatural a cualquier ejercicio docente que resulta nocivo olvidar, maquillar o modificar en cualesqueira formas que no harían sino desnaturalizarlo. Es dicha asimetría la fuente ineluctable de la autoridad a la que apela en el citado artículo cuyo contexto ignoro. Pocas objeciones se me ocurren, desde luego, a este ejercicio de sana inteligencia aristotélica: no brotan manzanos de encinas, ni soles de piedras, ni amig@s de alumn@s o profesores/as. Salvar cada diferencia y cada relación exige, en primer lugar, su no confusión, desde luego ¿ Pero hablar de autoridad no es hablar de poder, de violencia legítimada? ¿ La cuestión de la autoridad en el aula no convoca el imposible binomio y. no obstante, parece que irrenunciable para la salud de nuestros sistemas educativos, cual es el de educación-exclusión? Trasladado esto a nuestros intereses filosóficos,comentábamos recientemente en este mismo foro la dificultad de combinar "ciencia de la verdad" con eficacia sistémica.Socratismo y disciplina con las solas armas de la comunicación inteligente. Además de esto, apelar a la autoridad de un profesor de Filosofía no puedo no considerarlo un flaquísimo favor a la salud del pensamiento, así como la definitiva constatación de su secuestro académico. QUe somos agentes pincipales de la sociedad de control es ridículo obviarlo.TAmpoco acabo de encajar del todo bien la cínica resistencia consignada en el "morder la mano que te da de comer", que muchos practican.¿Qué hacer con estas perplejidades que me atenazan entre clase y clase,entre parte de expulsión y desciframiento analítico de la noción de libertad?
TAmpoco me sirve la separación entre profesor de Filosofía y Filósofo.El burócrata autoritario y el amigo del saber. No es que no consuelen, es que no disuelven la aporía en la que estamos instalados:La transmisión de la Filosofia persigue el combate crítico contra toda forma de poder, de violencia, así como de sus máscaras míticas. Y, no obstante, dicho enseñanza debe realizarse con las mismas armas del enemigo. La crítica del mito debe mitificarse, e investirse de poder la crítica del mismo.Considero que apelar a a la autoridad del docente es abrir la caja de PAndora, en nuestro ansiado bienestar profesional. Al mismo tiempo, quizás puede convertirse en la ocasión de una profunda reflexión y acción que venimos necesitando sobre esta cuestión: Violencia y poder en las aulas. Es mi esperanza.

Luis -

Cuánta verdad hay en esas palabras de Morilyón que citas. Cuánto nos resistimos a veces a ejercer la autoridad nosotros mismos, por esforzado y desagradable, y pedimos a otros (el gobierno, estado, las familias) que lo hagan por nosotros... Esta es también una cara de la cuestión. No la única, claro, pero, es una de ellas.

Gabriel -

Muy interesante, Antonio. Con respecto al déficit de la formación del profesorado en relación a la alfabetización emocional (sé que es un tema colatoral de tu entrada, pero es el que más ha resonado hoy conmigo, qué le vamos a hacer), me estoy acordando de un artículo francés, desde la perspectiva psicoanalítica, donde se habla de que el profe de filo debe controlar la transferencia positiva, similar a la de terapeuta, que ejerce sobre sus alumnos,y alumnas (a Estacio le encantaría el artículo). Y aunque yo soy más bien escéptico con los postulados psicoanalíticos, he de decir que el artículo es muy pertinente, está en francés, si alguien quiere traducirlo que me lo diga. En relación al tema de fondo de tu post, déjame pensar más tiempo.

Merce Padilla -

En la entrada de abajo no se puede enviar comentarios ¿sabeis por qué?

Saludos