El arte de vivir una vida buena (1)
Parece que todos deseamos tener y llevar una vida buena (honesta, valiosa, justa con los demás… y llegar a realizarnos como personas humanas en un mundo humano) pero descubrir esto es un arte que debemos ir practicando con el propio vivir. Pero no un vivir cualquiera, sino un vivir consciente, sabiendo lo que hacemos, siguiendo nuestra guía interna y el respeto a todos los demás seres humanas.
La ética es sobre todo una asignatura práctica, que se puede ir aprendiendo cada día si nos empeñamos en ello, pero también podemos ir extraviándonos de la ruta, poco a poco, casi sin darnos cuentas. No hace falta tener grandes dotes intelectuales o físicas, ni mucho dinero para llevar y tener una vida buena. Hay gente que ha sido capaz de conseguirlo desde la sencillez.
La vida buena es un arte. La práctica asidua, el empeñarse en el desarrollo y el ejercicio de este arte no deja de tener consecuencias positivas para quien lo practica. Quizás no nos podemos poner de acuerdo sobre qué es lo bueno (unos dicen el placer, otros la utilidad o la perfección…) pero tal vez existan una serie de reglas objetivas que quien las sigue puede ir adquiriendo maestría en este arte de vivir. Las reglas del arte de vivir se aprenden de nuestro entorno, pero también tenemos un conocimiento profundo: la conciencia, una voz que nos habla y nos dirige. Si no la acallamos puede decirnos las reglas del arte de vivir una vida buena. Por ejemplo: actúa de tal manera que no te importase que los demás actuaran de la misma manera. Es decir, haz a los demás lo que quieres que te hagan y no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan. Esto es ciertamente, un “regla de oro” de este arte. Actúa con autenticidad, es decir, no actúes con doblez. No le eches la culpa a otros de lo que te corresponde a ti. Mantente despierto y vigilante. Examina cada día tus actos, considera si no deberías haber actuado de otra manera. Sócrates decía que una vida sin examen no merece la pena. Aprende a ser comprensivo con los defectos de los demás –también con los propios-, pero no por eso consideres que son algo bueno. Compréndelo pero encuentra la manera de ir cambiando lo que puedas cambiar. Escucha las razones y expón las tuyas, considera que no se sabe todo desde el principio y hay enseñanzas que podemos recibir de otros. Aunque no aceptes lo que te digan da la posibilidad a otros a que den sus razones.
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