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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

EL HILO Y EL OVILLO DEL DIÁLOGO

EL HILO Y EL OVILLO DEL DIÁLOGO
“Filosofía para todos ¿Es posible enseñar a pensar?”, con este título se ha celebrado hoy, 16 de Noviembre, en el Centro Cívico “Tejar del Mellizo”, en el Parque de los Príncipes de Sevilla, una charla-coloquio a cargo de nuestro amigo Gabriel Arnaiz. Organizada por la asociación REDES (Renovación de la Educación y Defensa de la Enseñanza), en realidad, se trató de un acto dividido en dos partes, un taller filosófico sobre la propia enseñanza del filosofar y un coloquio posterior en el que, a preguntas de los participantes, Gabriel fue pasando revista al conjunto de lo que hemos dado en llamar “prácticas filosóficas” (talleres, cafés, diálogos socráticos, filosofía para niños, orientación etc.) y a la bibliografía fundamental sobre el asunto.
 
Participando en este encuentro con el diálogo y la filosofía hubo, bien contadas, cuarenta personas (mal contadas, más de doscientas). Se prolongó tres horas (no cuento la cerveza-filosófica posterior) y de nuevo me sorprendió la manía que tiene este hombre de ponerse a prueba. No podía haber elegido otro día, no. Mientras estaba en juego la clasificación para el Mundial 2006 (al final Eslovaquia 1- Estado español 1, felicidades), Gabriel Fermín peroraba y hacía preguntas. ¿Había muchos transistores en la sala? Yo no los vi. ¿Había impaciencia por colocarse frente al televisor? No la noté. Observé, sin embargo, un profundo interés por las cuestiones de nuestro debate, si se puede enseñar la filosofía o si se puede aprender a filosofar, si tal o cual era la base del pensamiento reflexivo o si estos u otros eran sus mejores vehículos, si importaban más las preguntas o las respuestas, si tales o cuales estaban preparados para formularlas y cómo podía estimularse lo último... El tipo, Arnaiz, llegó con una madeja de lana y la hizo volar por el salón de un lado a otro. Y la gente se dejaba enredar en el ovillo de la reflexión. Y no preguntaban por los muchachos de Luis Aragonés, sino por aquellos que rodeaban a Sócrates ateniense hace dos mil quinientos años. ¿Ustedes lo entienden?
 
Luis F.Navarro
luiscorreo@telefonica.net

1 comentario

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Yo no lo entiendo, la verdad