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DIDÁCTICA de la FILOSOFÍA

Sobre la corrección política

Que me ha dicho el Samuel que publique, que hay que publicar, y yo soy muy bien mandá, así que os pongo un texto de José Antonio Marina que leí en la revista Cuadernos de Pedagogía de abril. Ya sé que no es santo de la devoción de algunos, pero a mí me parece digno de mención, práctico, sabe escribir, se le entiende y tiene un propósito, no como a uno que leí antes, catedrático de hermenéutica de Deusto él, que terminaba un texto tremendo con las palabras "coimplicacionismo ontosimbólico".
Ahí va:

José Antonio Marina
Catedrático de Bachillerato

El gran tabú

En todas las culturas hay palabras que no se pueden decir. En la nuestra, por ejemplo, la palabra “disciplina”. Hace años, un conspicuo personaje, dándoselas de progre, dijo: “La perfección es fascista”. Barthes había dicho antes: “La verdad es fascista”. Y ahora casi todo el mundo está dispuesto a rebuznar: “ La disciplina es fascista”. Padres y docentes somos rehenes de esta afirmación. Mal asunto. Cada palabra es un herramienta para hacer transitable le realidad, y cuando una palabra se pervierte, el camino se torna laberinto sin salida. A las faltas de disciplina las llamamos “conductas disruptivas”, para no ofender. Estamos todos contaminados por una pedagogía confitada, que al final provoca serias disfunciones sociales. El énfasis en la autoestima acaba produciendo una generación de narcisos. El énfasis en la motivación da paso a una generación que no puede hacer nada si no está motivada, es decir, si no tiene ganas de hacerlo. El énfasis en los derechos vuelve ofensivo hablar de los deberes. EL énfasis en la libertad impide hablar de ningún valor –por ejemplo, la justicia- que limite la libertad. Estamos atrapados en un red de equívocos y necesitamos comenzar una vigorosa deconstrucción de dogmas estúpidos.
La disciplina nos salva de las intermitencias del corazón. Nos permite alcanzar metas lejanas, que acaso sean contradictorias con las ganas presentes. La libertad propia puede chocar con la libertad ajena, por lo que es necesario promulgar un código de circulación. Necesitamos una poderosa pedagogía de la libertad. Nadie es libre si primero no se ha sometido a alguna disciplina, de la misma manera que nadie puede ser un gran escritor si antes no ha aprendido las reglas del idioma.
Recuperar la sensatez educativa es tarea que excede a cualquiera. Por eso necesitamos una movilización educativa de la sociedad. EL discurso políticamente correcto nos mata. Padres, docentes, niños, adolescentes, la sociedad entera está sufriendo las consecuencias. Les convoco por ello a tratar este asunto con sensatez y valentía, a través de movilizacióneducativa@telefonica.net ¿Cómo podemos implantar una pedagogía de la libertad a todos los niveles? Espero sus propuestas.

Pues eso, a proponer. A mí se me ocurre empezar por ser honesto con los alumnos, dejar de hacernos pasar por los buenos a fuerza de hacer la vista gorda, decirles claramente cuándo se están equivocando y cuándo están haciendo el tonto, y desmontarles los argumentos de bebé con los que muchos van por la vida.
Yo ya no doy clase, ahora "oriento". Hace poco vino un antiguo alumno de bachillerato que había terminado el ciclo de grado superior de Animación Turística a pedirme consejo. Me dijo que "no le gustaban los guiris" y que por eso no se quería dedicar a trabajar en ese sector y que a ver qué podía hacer para ganar dinero rápidamente.
Le dije que se dedicara al narcotráfico, a la trata de blancas o a las dos cosas a la vez.

4 comentarios

Nacho -

"el énfasis en los derechos vuelve ofensivo hablar de deberes",frase acertada, a mi entender, porque a fin de cuentas enfatizár tanto en los derechos,solo nos conduce a crear la sensación en las personas que es la sociedad la que tiene que otorgárnoslos y no nosotros el deber de conquistarlos o defenderlos frente a los demás, porque desengañemonos, si todos creyeras de verdad en la universalidad de los derechos, el mundo no sería este mundo, y si algo nos ha enseñado la historia, es que no se puede hacer que todos pensemos o creamos lo mismo.Aquí es donde entra "lo politicamente correcto", la nueva religión, con sus dogmas, su moral, su ética y sus valores, supeditos a los sacrosantos valores emanados de nuestra percepción de lo que nos gustaría hacer o de lo que no quisieramos que nos hicieran, pero,¿sustentados en qué?, en una entelequia difusa que llamamos humanidad, siendo como somos individuos("el infierno son los otros") dejemos de aferrarnos al principio de contradicción, las utopías han muerto y no tendamos a lo imposible para lograr lo posible por muy posible que nos parezca el imposible.El ser humano, en último extremo, es lo que fue y será lo de siempre, un individuo frente al resto, si alguien se quiere consolar supeditando su individualidad a "más altas metas", de acuerdo, se feliz, pero piensa si lo haces en primer lugar por tí o por los demás, porque te satisface o por ayudar al prójimo, defiendes tanto los derechos ájenos para acabar con la injusticia o porque te reconforta, no deja de ser un egoismo cínico.No es nada nuevo todas las acciones humanas conducen al mismo lugar, nosotros, lo que creemos, sentimos y percivimos, y "lo politicamente correcto" no convence, impone, como toda buena moral, se implementa por medio de prejuicios sociales; dedididamente "todo cambia para seguir siendo lo mismo".No enseñemos dogmas, ya que si, este, no está sustentado por la experiencia, hay que tener mucha fé en él, y la fé o se descubre o se impone, jamás se enseña; un ejemplo es, el paralelismo entre lo que se enseñaba "predicaba" sobre el sexo hace 50 años y lo que se "predica" hoy sobre la violencia; se infunde culpa por el hecho de sentir un impulso natural; se etiqueta todo de bueno o malo por definición, cuando la maldad o bondad viene dada por lo que haces con ella; esto es aplicable a todo, la disciplina, el deber, el altruismo, los valores, etc, las cosas más horribles se han hecho invocando alguna de estas cosas y para los que las hacian eran buenas, necesarias para un bien mayor,etc, y para los que las sufrian eran espantosas y no debian repetirse, pero casualidades del destino, probable, no, seguramente, si furea necesario para ellos, los sufridores se convertirian en castigadores y viceversa, y ambos proclamarian las mismas cosas para describir la situación.
Lo desconocido nos da miedo, enseñemos, no juzguemos, dejemos los juicios a la vida y la experiencia, que surjan de nosotros mismos y se asuman, si están equivocados que seamos nosotros los que nos demos cuenta y actuemos en consecuencia; eso es responsabilidad.

Felicidad -

¡Perdón! Sí, soy Felicidad, es que con la emoción de participar en la blog no puse mi nombre. Cuando me dí cuenta era tarde.

Luis -

¿Eres Felicidad?
Yo encuentro a Marina un poco más políticamente correcto de lo que quisiera, según obras. En lo de la disciplina estoy de acuerdo. Pero también me gusta la denuncia del aspecto fascista que tiene la perfección

Profesor Portillo -

Sigue sin gustarme Marina, aunque esté de acuerdo con él en algunas cosas. Prefiero decir "ahora casi todo el mundo está dispuesto a afirmar que..." que "ahora casi todo el mundo está dispuesto a rebuznar: ...". También creo que es más fácil convencer a las personas que mantienen dogmas a los que no se ve el sentido si no se les dice que mantienen "dogmas estúpidos". Me da la sensación de que el efecto mediático buscado también le hace perder la perspectiva de lo que pretende conseguir con su escrito.
Por otra parte, dice que "el énfasis en los derechos vuelve ofensivo hablar de los deberes". Esto será así sólo si no nos molestamos en ir más allá de la enumeración de los derechos y de su presunta posesión individual. La exigencia de universalidad que damos a los derechos es, precisamente, la fuente de los deberes primarios. Los primeros deberes que tenemos se refieren a los derechos inalienables de los demás y a los propios. No debemos hacer nada que los estorbe, que los viole, que los impida. Debemos tomar las opciones que los potencian, promueven... Seguramente él está de acuerdo en esto, entonces, ¿por qué decirlo de un modo confuso que lleva a la idea de que los derechos son malos o, como mínimo, peligrosos?

Lo que decía, por este tipo de cosas no me gusta Marina, aunque el fondo del texto que citas sea un diagnóstico bastante certero de una de las causas de la situación actual. Aunque no el único. ¡Ah! Por supuesto, se educa con el ejemplo y la tarea cotidiana. Debemos comunicar, exigir, etc. pero también mostrarnos, activos y críticos, con objetivos e intereses, trabajando con coherencia, sin instalarnos en la queja y el lamento.