Expropiarse o morir
Llegó un tiempo en que todo lo que los hombres habían venido considerando como inalienable se hizo objeto de cambio, de tráfico y podía enajenarse. Es el tiempo en que incluso las cosas que hasta entonces se transmitían pero nunca se intercambiaban; se donaban pero nunca se vendían; se adquirían pero nunca se compraban: virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia, etc., todo, en suma, pasó a la esfera del comercio.
Es el tiempo de la corrupción general, de la venalidad universal, o, para expresarnos en términos de economía política, el tiempo en que cada cosa, moral o física, convertida en valor de cambio, es llevada al mercado para ser apreciada en su más justo valor (Marx K. MEW4 ,p.6, tomado de Muñoz Jacobo, Marx, Antología, Barcelona, Península, 2002, p.259)
Desconozco la incidencia que esta campaña de la delegación de la mujer del Ayuntamiento de Sevilla, haya podido tener en vuestros diseños y programaciones para este curso. A mi juicio, convoca todo un haz de problemas ético-políticos de extraordinario interés para la todavía naciente (pese a todas las tentativas de aborto) área de Educación para la ciudadanía. Concretamente, me refiero a aquellos núcleos que nos proponen un ejercicio crítico sobre la división social y sexual del trabajo, así como sobre las diversas formas de discriminación, más soterradas unas, manifiestas y hasta institucionalizadas otras, por razones de sexo u orientación sexual (Cfr. RD mínimos 1631/2006).
Entiendo que, de forma paralela, la institución responsable de la campaña, al cifrar sus objetivos en la difusión, denuncia y visibilización de situaciones de explotación sexual, está también primando una labor de sensibilización, de toma de conciencia y, en definitiva, ahormando y dejando germinar un estado de opinión ciudadana que bien pueda fructificar, o no, en la toma de concretas decisiones político-legislativas (¿regularización penal de la prostitución?).
Se produce, por tanto, un cruce de intenciones educativas entre las respectivas instituciones. Un cruce cuyo centro es el alumn@, y cuyo desenlace ulterior compete al docente. Pero ¿qué hacer cuando la intención ética y crítica de la propia actividad docente detecta un inmenso sofisma en el aparato argumental que sostiene esta campaña? ¿Cuándo el sistema categorial sobre el que se levanta se revela, no ya caduco, ideológico, sino, lo que es verdaderamente grave, aparentemente inmune a toda forma de crítica?
Que la ética no puede no exigirse la incorrección política lo sabemos desde Sócrates, aunque algunos la profesen y practiquen con mayor o menor convicción. Entonces ¿por qué ese reparo terriblemente burgués a incurrir en la inmoralidad? ¿Debemos ahorrarnos el análisis del sofisma señalado sólo por la incontestable dignidad de los objetivos establecidos por sus promotores? ¿Cómo atreverse a objetar una campaña contra la prostitución?
Contra la prostitución “tolerancia cero”. Tal es la consigna. Igual que contra toda forma de explotación sexual. Prostitución: La cara más oculta de la violencia de género. Ayúdanos a erradicarla. Coeducar, un imperativo del presente. La igualdad, nuestra meta.
Soy de la opinión de que toda convicción, si es genuina, es siempre provisional, deficitaria, crítica y abierta. Luego el aula de educación ciudadana no puede ser un mero catalizador de las políticas de turno. Sino, bien al contrario, su receptor más riguroso. Frente a una política de eslogan, una ética de criterios. Personalmente, no encuentro mejor salida a esta confrontación que os describo. Por ello, tras contener no pocos accesos de prudencia, pudor, temor o cómoda indiferencia, os presento, a continuación, en breve análisis, los diferentes puntos de conflicto que detecto en esta propuesta municipal:
1- Prostitución y violencia de género ¿No es una inmensa argucia dialéctica subsumir una problemática como la de la prostitución, necesitada en sí misma, y de manera urgente, de un enfrentamiento serio por parte de nuestras instituciones, bajo la gran lacra de la violencia de género? ¿Soy el único que detecta aquí una flagrante metábasis eis alló genós? Espero que no ¿Alguien me puede subrayar qué es lo que convierte en algo intrínsecamente (respectividad estrictamente metafísica) violento y vejatorio el “comercio sexual”, por usar una fórmula no muy afortunada quizá, pero lo más neutra posible? No aceptaremos la apelación a las indeseables consecuencias derivadas de su estatuto alegal, otra raíz principal de la desprotección de sus víctimas (por no tener espejo-protección legal, no por su actividad) O bien, a la clandestinidad, la marginación, y, por supuesto, hasta la propia muerte social que sufre quien desempeña una conducta estigmatizada. Lo primero puede tener, y son muchas las demandas, solución política. Lo segundo, corrección educativa. Diferente es que no sólo falte voluntad política y educativa, sino que éstas vayan justo en sentido contrario.
2- ¿Es la prostitución un obstáculo contra la igualdad? Respecto a la problemática de la igualdad reconozco mi particular irritabilidad, no derivada del hecho de la más que deseable destrucción del patriarcalismo heterosexista y falocéntrico por tod@as sufrido. Sino de las más que fundadas sospechas sobre las cuotas emancipatorias que las políticas igualitarias de nuestra clase gobernante prometen. Es casi una voz unánime entre especialistas en teoría del género, activistas políticos y movimientos sociales, la necesidad de un planteamiento y discusión rigurosa del estatus de la diferencia sexual. Ello implica, primero y fundamentalmente, al menos así lo creo, la implicación responsable de la –permítanme la licencia- “clase heterosexual”. Sus sueños han sido y siguen siendo las pesadillas de muchos. La igualdad, tal y como es planteada desde los parámetros institucionales hoy vigentes, me parece que deja intacta esta cuestión. Basta fijarnos en las campañas en curso: Todas coinciden en el desplazamiento del foco hacia el hombre, como la que estamos comentando. El esquema me parece peligrosamente conservador: victimización, por una parte, y correlativa sobredeterminación del principal y quizás verdadero culpable de la perpetuación del mal: el hombre.
Alcanzado el marco jurídico necesario, y los niveles de protección social adecuados en relación a la violencia de género que insisto, desvinculo de la prostitución, la ingente labor restante es estrictamente re-educativa. Y ello ha de pasar por los propios docentes, como parece obvio. Es decir, si debemos concebir el aula como un espacio de encuentro de diferencias, y no de homogeneización (tal es la lección de la diversidad, cuyos condiciones de aceptabilidad e implementación constituye otro debate tan urgente como este).Creo que es hora de que vayamos suspendiendo el rígido binarismo: hombre/ mujer, con todo lo que arrastra. Quiero decir, que la preocupación directriz no sea la de transmitir ningún código preciso: ni siquiera el del hombre comprometido, sensible, desfalocentrado, y el de la mujer emancipada. Tal y como se destila de las políticas de turno. Sino la de afianzar las condiciones de una convivencia social basada en una agencia verdaderamente responsable. Es decir, chic@s y chic@s lo suficientemente advertidos de lo compleja trama social, cultural y eminentemente política en la que empiezan a desenvolverse, y de cuya salud deben ser a un tiempo, víctimas/beneficiarios pero, sobre todo, principales valedores.
Para ello, estimo que la clase de ética debe asumir, de una vez, los cien años aprox. de Filosofía que van de Nietzsche a Foucault, pasando por Marx, Freud. No sé si contra/re/ o post-ilustración, pero al menos sí una ilustración crítica, la que nos ha revelado el nexo inanalizable entre cuerpo y razón, entre cultura y naturaleza, entre libertad y esclavitud ¿no es hora ya de dejar de apelar a ese cielo intemporal en el que metafísicamente todavía habitan miembras y miembros de nuestra clase política de izquierda y derecha? Aunque repito que, en este punto, quizás me empujen sobremanera reticencias y filiaciones propias. Volvamos pues a la campaña.
3. La mercantilización de nuestros cuerpos ¿Alguien no se reconoce en el mundo descrito por Marx del fragmento traído? Como bien sabía Marx, la existencia de una mercancía capaz de generar valor de cambio tenía una fecha de nacimiento, una genealogía concreta, correlativa a la del poseedor del capital. Ello era, a su vez, índice, aunque no suficiente, de la plausibilidad de su desaparición, permitía y permite todavía hoy, por qué no, pensar una lógica de resistencia (otra cosa es habitarla) Pero, mientras tanto, lo que parece de todo punto intolerable es no ya vivir, sino hablar desde y para los habitantes de Disneylandia. No me resisto a trasladar el esquema de la campaña a otro escenario:”Tan poco vale que tiene usted/es que: subcontratar, temporalizar, despedir, jerarquizar, vigilar-castigar, deslocalizar, flexibilizar, dividir por sexos, rango, nación valía, disvalía, competencia e incompetencia, capacidad delatoria y adulatoria, acumular, invertir, sumar, rentabilizar etc. etc.” Así hasta la imposible descripción del gran mercado del mundo. Matar moscas a cañonazos es tan fácil como estúpido. Por eso, la estampa publicitaria de esta campaña es intolerable: precisamente porque, si iluminamos la escena (¿legalizamos?) y dejamos ver los rostros de los protagonistas (¿des-estigmatizamos?), no encontramos otra cosa que la gramática de nuestro propio mundo. No quiero pasar la frontera de lo apologético, aunque, en otro orden de consideración me pueda declarar abiertamente proclive a la regularización, con plenas garantías, de los trabajadores y trabajadoras sexuales. Pienso que es suficiente con una mirada atenta a esto que se nos presenta como una estampa del infierno. Explotar es rentabilizar lo expropiado ¿De dónde nace ese tesón y empeño municipal porque las “víctimas” de esta terrible actividad se reapropien sus cuerpos y, sobre todo, los hombres-pagadores cesen de expropiarlas? Pero es que la literalidad del eslogan es todavía más injusta con la “víctima”, la deja en una pasividad absoluta: “La prostitución existe porque tú la pagas” Seamos serios, por favor. Si se teme que se juzgue impopular una medida de persecución y penalización de la prostitución (ya en marcha en buena parte del territorio nacional) lo que no se puede hacer es camuflarla bajo un ropaje de responsabilidad social y presunta ética cívica. Quizás se objete, una vez más, que hay un salto cualitativo entre el ejercicio de la prostitución y cualquier otra forma de actividad laboral. Repito, al margen de la precariedad derivada de su nula situación jurídica y el vacío social que la acompaña, no encuentro más razones que me hagan comprender dicho salto. Es decir, otras razones diferentes al común déficit ético que, como ratio essendi, acompaña a nuestra existencia social en régimen de economía capitalista. No puedo reprimir mi indignación cuando los mismos que avalan medidas y campañas de este tenor, es decir, abogan por sacar, por ejemplo, al colectivo inmigrante de las “garras” “redes” o “tráfico” de la prostitución. No levantan un solo dedo por debilitar las otras garras, las otras redes, el otro tráfico indiscriminado que les espera en mercadolaboralandia. Reapropien cuanto antes sus cuerpos e identidades y sométanse a la expropiación común ¿no es demasiado cinismo ya?
4. Darse a valer Quizás la mayor perplejidad que provocó en mí esta campaña, tiene que ver con la escala de valores concernida en el eslogan: “Tan poco vales que tienes que pagar”. El intercambio simbólico, la alteridad constituyente, la síntesis disyunta. Los viejos filosofemas del reino de los fines, la sittlichkeit, el mittdenken. La clásica philía. Son reconocimiento y expresión del deseo de constitución de un lazo social verdaderamente firme y honesto, sin fisuras ni particularismos. Capaz de sobreponerse a la corrupción inherente a la mera transacción comercial, al egotismo en todas sus modulaciones imaginables. Todo ello parece un desideratum, más o menos tácito, no sólo para la “comunidad filosófica”, sino principalmente para la errática y precaria comunidad humana.
Que pagar por un servicio sexual constituya per se un ejercicio de degradación moral, sólo puede tener sentido en un “orden moral” donde toda contaminación entre lo sexual y lo pecuniario esté- ¡metafísicamente!- vetada. Pero ¿cómo puede resultar legítimo, al mismo tiempo y para la misma moral, el consumo de cualesquiera productos de la industria pornográfica sin merma alguna de mi calidad humana? Quiero decir, que el señor que extrae su cartera del bolsillo recupera ipso facto la dignidad perdida si en lugar de pagar los servicios de la trabajadora, decide comprar un Penthouse, alquilar una película porno, llamar a una línea caliente, visitar un espectáculo erótico, comprar un juguete sofisticado, visitar una sauna, un cuarto oscuro, una sala liberal de encuentros. ¿hasta cuándo esta estúpida sacralización de los cuerpos? ¿acaso redunda en paz social o es más bien todo lo contrario? El sexo es un negocio rentabilísimo y multifacético, cuyo potencial en Internet huelga destacar ¿cómo se puede, entonces, culpar alegremente al consumidor anónimo, que meramente contribuye sí, al sostenimiento de una estructura de enriquecimiento, pero de la que es un mero elemento? ( como lo es del sistema productivo, de hecho, considero que deberían dar simultáneamente las listas del paro y las de in-satisfacción sexual, contando con la veracidad de los informantes, seguro que nos llevaríamos algunas sorpresas).
A tod@s aquell@s educados en esta moral esquizo, a la que pertenecemos, la única capaz de recibir sin sobresaltos el mensaje de la campaña. A tod@s aquell@s que a estas alturas de sus vidas, hallan, incluso, conseguido mantenerse firmes en la renuncia a cualquier experiencia con los trabajadores y trabajadoras del sexo. A tod@s aquell@s
que, en definitiva, todavía valen, os ruego un mínimo ejercicio de reflexión.
5. Expropiarse o morir Que existan cosas inexpugnablemente comunes. Cosas que sólo pueden privatizarse al precio de su desvirtuación o desaparición sin más. Que dichas cosas sean, a un tiempo, las definitorias de nuestra condición, de modo que esa siempre grandilocuente “Humanidad” con mayúsculas, aparece y desaparece al ritmo que dichas cosas genuinamente humanas marcan. Que, parafraseando a Marx, la política, la amistad, el amor, el sexo, la virtud, la ciencia, la conciencia etc. necesariamente tengan que sobreponerse a su existencia mercantil.Todo ello puede, cuando menos, resultar una divisa útil para nuestros intereses pedagógicos en general, y también afectivos y personales, en particular. Pero la excesiva autocomplacencia de nuestros políticos no puede hacernos olvidar que no hay atajos al bienestar social o, mejor dicho, que todos los que hay, en toda su riqueza y modulación, nos fueron expropiados.
Daniel López